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La década del treinta se caracterizó en el mundo entero por la extrema polarización ideológica de las sociedades. En Europa, los movimientos políticos fascistas tenían cada día más adeptos, especialmente en Alemania e Italia. La Unión Soviética emergía como única experiencia socialista y se convirtía en referente para amplios grupos sociales. Chile no fue una excepción en este clima de acentuada ideologización de la actividad política y social; en los años veinte habían surgido movimientos sociales y políticos que cuestionaban la conducción oligárquica del país y que habían madurado en un nuevo sistema de partidos políticos. Este sistema tenía como principal característica el surgimiento de las opciones de izquierda revolucionaria en los partidos Comunista (1922) y Socialista (1933), el desplazamiento del Partido Radical al centro del espectro político y la conformación de un bloque de derechas compuesto por conservadores y liberales.
El fracaso de un intento de golpe de Estado por parte de un grupo de jóvenes nacis, obligó a Carlos Ibáñez a bajar su candidatura poco antes de las elecciones y apoyar públicamente la de Aguirre Cerda, que triunfó por muy pocos votos sobre el candidato de derecha Gustavo Ross. El fracaso de un intento de golpe de Estado por parte de un grupo de jóvenes nacis, obligó a Carlos Ibáñez a bajar su candidatura poco antes de las elecciones y apoyar públicamente la de Aguirre Cerda, que triunfó por muy pocos votos sobre el candidato de derecha Gustavo Ross.